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Controlar la corrupción empieza por «freír unos cuantos peces gordos», según Robert Klitgaard y el modelo del presidente Abinader

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El elaborado plan anticorrupción que el presidente Luis Abinader presentó a la nación, consistente en un órgano jurisdiccional independiente, sentar en el banquillo de los acusados al primer grupo de supuestos corruptos de la pasada administración, la creación de un gabinete de transparencia y una unidad antifraude, entre otras decisiones de políticas públicas, tiene su marco teórico conceptual en el famoso libro “Controlando la Corrupción”, del estadounidense Robert Klitgaard, quien es el creador de la conocida fórmula que estudia la corrupción como sistema.
Según Klitgaard, la corrupción puede representarse bajo el modelo siguiente: C = M + D – R, que significa “Corrupción es igual a Monopolio más Discrecionalidad menos Rendición de cuentas”. La actividad corrupta puede ser publica, privada o sin fines de lucro y ocurre en cualquier parte del mundo; se trata de percibir corrupción cuando una organización o persona tiene poder de monopolio sobre un bien o servicio, tiene discrecionalidad para decidir quien lo recibirá y cuanto obtendrá esa persona, y no tiene que rendir cuentas.
Reconocido profesor y destacado experto internacional en materia de corrupción, Klitgaard ejerce la docencia en Ciencias Políticas en la Universidad de Berkeley, en California, la Universidad de Nueva York y en The Rand Graduate School en Santa Mónica, California, asesora en la lucha contra ese flagelo a organismos internacionales y gobiernos, entre los cuales sobresalen las exitosas estrategias implementadas en Perú y Chile.
De forma sintetizada, Klitgaard describe la corrupción como el mal uso de un cargo o función con fines no oficiales y el catálogo incluye, entre otros, el soborno, la extorsión, el tráfico de influencias, el nepotismo, el fraude, el pago de dinero a los funcionarios del gobierno para acelerar el tramite de un asunto comercial que corresponda a su jurisdicción y el desfalco. Se da también en el sector privado que, de hecho, participa en la mayoría de los casos de corrupción gubernamental.
Propone que el eje central del combate a la corrupción debe centrarse, primero, en la creación de instituciones nacionales críticas, las cuales incluyen una jurisdicción independiente (la PGR), un Congreso Nacional que funcione libre de influencias inadmisibles y de presiones por parte del Poder Ejecutivo o del partido oficialista, una prensa independiente y critica y la obligación de gobernar con responsabilidad.
Al abordar el plan contra la corrupción, Klitgaard asegura que las estrategias que han dado resultado comienzan por “freír unos pocos peces gordos”. Cuando existe una cultura de realizar actos de corrupción con impunidad, la única forma de empezar a desbaratarla es que se condene y castigue a varias figuras importantes de la corrupción. El gobierno debe identificar rápidamente a unos pocos evasores tributarios relevantes, uno que otro sobornador de nota y unos pocos aceptadores de soborno que sean altos funcionarios del gobierno.
A renglón seguido advierte:” Puesto que una campaña contra la corrupción muchas veces puede convertirse en una campaña contra la oposición, el primer pez gordo que se fría debe pertenecer al partido que esté en el poder”. No ha caído el primero en este gobierno.
Las campañas exitosas contra la corrupción son las que hacen participar a la gente. Si se les consulta, los ciudadanos son valiosas fuentes de información sobre dónde hay corrupción. Los esfuerzos para combatir la corrupción que consiguen buenos resultados son aquellos que reparan los sistemas corruptos. Utilizan la formula C = M + D – R para llevar a cabo “evaluaciones de vulnerabilidad” de las instituciones publicas y privadas. Al igual que las mejores campañas de salud pública, enfatizan en la prevención.
Hay bastante similitudes entre la campaña anticorrupción de Abinader y las recomendaciones de Klitgaard, que por razones de espacio no incluimos. (El autor es periodista).

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