Trujillo no tenía categoría de empresario cuando llegó al poder, pero había acumulado grandes fortunas a través de las compras que hacía para los miembros del Ejército Nacional.
En el año 1899, tras el magnicidio del presidente Ulises Hereaux, el país tuvo como mandatario a Juan Isidro Jimenes Pereyra, nacido en Santo Domingo en 1846. Vivió con sus padres en Haití, y a los 20 años regresó a su lar patrio donde se dedicó al comercio, convirtiéndose tiempo después en un próspero hombre de negocios.
Su firma, Juan Isidro Jimenes & Cía., se dedicó a la exportación de madera a través de Montecristi. Fue relevado del poder por su vicepresidente Horacio Vásquez, en 1902. En 1914 volvió a ocupar la presidencia de la República, gobierno que sucumbió por la guerra que le desató el famoso guerrillero Desiderio Arias, a la sazón ministro de Guerra y Marina. La insurrección estuvo motivada por los americanos quienes precipitaron la renuncia de Jimenes Pereyra en 1916.
El segundo presidente empresario lo fue Juan Bautista Vicini Burgos en 1924, luego de la evacuación de las tropas norteamericanas que invadieron el territorio dominicano en 1916. Vicini Burgos aprovechó la oportunidad para cobrarse deudas que el Estado le debía, y al mismo tiempo se adjudicó grandes porciones de terrenos ubicados en el Este.
El tercer presidente empresario fue Rafael Leonidas Trujillo Molina que llegó al poder en 1930 en su condición de general del Ejército Nacional mediante unas elecciones amañadas, y se convirtió en un poderoso empresario al crear una veintena de compañías que eran administradas por sus parientes y amigos cercanos. Trujillo no tenía categoría de empresario cuando llegó al poder, pero había acumulado grandes fortunas a través de las compras que hacía para los miembros del Ejército Nacional. Para entonces, se le calculaba una riqueza de cien millones de pesos, es decir, cien millones de dólares porque la moneda nacional estaba a la par con la norteamericana.
Con la desaparición de Trujillo, Donald Read Cabral se convirtió en el cuarto empresario presidente de la República, y se le recuerda por su fatídica gestión al ordenar el apresamiento y fusilamiento de dirigentes y miembros del Movimiento Revolucionario 14 de Junio que se sublevaron en Las Manaclas, (San José de las Matas) donde murió en combate Manuel Aurelio (Manolo) Tavárez Justo, uno de los líderes revolucionarios más puros e inteligentes que ha tenido el país, lo que precipitó la Guerra de Abril de 1965, la cual tuvo su verdadero origen al reclamar el pueblo el retorno al poder del profesor Juan Bosch, quien fuera derrocado en el año 1963 por sectores vinculados al poder militar, la Iglesia católica y el empresariado.
El quinto empresario, el primero de nacionalidad libanesa, en llegar al solio presidencial es Luis Abinader Corona, un hombre metódico y correcto que reafirma su convicción sobre la ética del poder y se compromete con la soberanía nacional como lo ha manifestado en diversos escenarios internacionales.
Luis Abinader es de los pocos gobernantes, en las últimas décadas, que ha humanizado el poder y ha llevado a cabo una política social que ha servido de inspiración a numerosos presidentes de la región. A saber, este programa abarca el territorio nacional y tiene como fin principal auxiliar a los niños huérfanos, a las mujeres solteras y aquellas afectadas con cáncer de mama. También, la entrega de becas a universitarios para realizar posgrados y doctorados en las principales universidades tanto del país como en el exterior; ha iniciado la impresión de millones de libros para promover la lectura y una importante inversión en investigaciones sobre el medio ambiente, además de una política virtual a través de los ministerios de Educación, Cultura y el Archivo General de la Nación (AGN).
Por su parte, la ética administrativa es la nota culminante de su mandato y se advierte con claridad que no se trata de una pose sino de su convicción de que la rectitud y la transparencia suministran al Estado una mística doctrinaria, aquella que contribuye a mejores condiciones de vida para los dominicanos.
Durante su gestión se han desarrollado ideas políticas que han abierto un amplio campo para el debate, como el caso de la problemática haitiana, fenómeno que sirve para una mejor comprensión del pensamiento intelectual dominicano y del poder público. En su régimen se han corregido muchos errores y reparado daños como es el caso de las injusticias sociales y económicas y el abuso de poder, fenómenos que a lo largo de la historia nacional han creado una brecha que ha hecho que los ricos sean más ricos y los pobres más pobres.
Por otra parte, el Gobierno de Luis Abinader ha beneficiado con los programas de salud primaria — a través de SENASA— a más de dos millones de dominicanos, así como el acceso en su amplitud a los medicamentos de alto riesgo en favor de los empleados y trabajadores; las construcciones de varias obras viales, como la prolongación del metro y los monorrieles en Santo Domingo y Santiago, contribuyen a que los usuarios tengan que pagar menos por el pasaje y puedan llegar temprano a sus trabajos y a sus respectivos hogares.
Hay que añadir que el proceso ilícito del pago de comisión ha sido eliminado en el Gobierno de Luis Abinader, y que la corrupción que imperó en los repartos de contratos, violando las leyes de contratación con su famoso 35 % que tenían que otorgar los ingenieros, arquitectos y contratistas a la hora de cobrar sus correspondientes pagos, ha sido erradicada.
Con ello, su Gobierno se separa de la práctica que funcionó en el pasado reciente en los últimos gobiernos en nuestro país, la cual contribuyó a que esta galvanizada corrupción hiciera metástasis en el cuerpo social de la Administración Pública