Un encuentro entre dos ex presidentes de la República es un hecho trascendente en cualquier país, y lo tiene que ser también aquí, máxime cuando se trata de importantes líderes pertenecientes a partidos que luchan, el uno por conservar el poder, y el otro por desplazarle.
Por consiguiente, la reunión entre Hipólito Mejía y Danilo Medina no puede ser diferente en cuanto se refiere a generar toda suerte de especulaciones.
Es probable que la visita de Mejía a Medina no pasara de un simple gesto del primero de expresarle al segundo sus parabienes por el nuevo año. Quizás haya sido solo eso.
Sin embargo, donde se reúnen dos políticos es impensable que el tema quede al margen, sobre todo si hace unos días el exjefe del Estado (2000-2004) expresó su parecer cónsono con un acuerdo electoral entre los partidos de la Liberación Dominicana y Revolucionario Moderno, al menos para las municipales de febrero del próximo año.
Una opinión que no se sabe a ciencia cierta a quién le hace daño, si al PLD que lucha por posicionar a su virtual candidato presidencial, Abel Martínez, o si al PRM que tiene en la lucha contra la corrupción atribuida a estamentos del pasado Gobierno, una de sus mejores cartas de presentación.
En el primer asunto, un acuerdo en el nivel que sea le quitaría fuerza al PLD para reclamar el rol de opositor al Gobierno del presidente Luis Abinader, si se toma en cuenta que las municipales están separadas de las presidenciales por escasos tres meses, tiempo insuficiente para que el electorado pueda ser convencido de que se trató de un arreglo coyuntural.
En una circunstancia tal sólo ganaría el PRM y, eventualmente, el partido Fuerza del Pueblo que podría reclamar la condición de opositor real.
No se olvide que a la FP le ha costado casi dos años convencer de que no es aliado del PRM, debido a que celebraron acuerdos importantes en los niveles municipal y senatorial para las elecciones de 2020.
En relación con lo segundo, la gente empezaría a conjeturar sobre supuestos acuerdos para favorecer a los imputados por corrupción, lo cual para nada favorecería la impronta que quiere dejar el PRM como partido cuyo Gobierno ha ido de frente contra ese flagelo que ha diezmado los recursos públicos.
Es decir, que el afán que se le atribuye a Hipólito favorable a Danilo tiene el efecto de perder-perder, razón por la cual, y aun cuando en política no se puede descartar nada, en este caso puede ser una de las excepciones. Con ese encuentro el año 2023—por demás llamado a definir cuestiones fundamentales de cara al 2024—ha empezado picante.
VISIÓN GLOBAL
Por Nelson Encarnación
Miriam contra Miriam
En los ámbitos jurídico y comunicacional se ha recibido con una mezcla de asombro, y al mismo tiempo de admiración, la actitud de la procuradora general de la República, magistrada Miriam Germán Brito, quien en varias oportunidades ha llamado la atención públicamente a sus subalternos para que no entren en polémica pública con el Poder Judicial.
La posición de la doctora Germán Brito se corresponde con su formación medular de juez, de quienes siempre se ha señalado que «hablan por sentencia».
En este punto es necesario señalar que no soy abogado, aunque en ocasiones se me confunda con esos valiosos profesionales que tan buenos servicios ofrecen para dirimir los inevitables conflictos que se suscitan en cualquier sociedad organizada.
Mi respeto por el Derecho me lleva a empaparme al menos de cierto lenguaje y reglas, entre las cuales está la que confiere al Ministerio Público la condición de indivisible, es decir, que es una unidad.
Esto significa que la posición que sustente en un caso, digamos el representante del Ministerio Público en el juzgado de paz de un distrito municipal, es como si allí estuviese sentado el mismo procurador general de la República—en el presente caso procuradora—, conforme el artículo 22 de su Ley Orgánica 133-11.
En otras palabras, y según mis averiguaciones, no sería procedente que en un caso cualquiera el representante del Ministerio Pública sustentase una posición y la misma fuese apelada por otro similar o superior, pues en tal situación se estaría apelando a sí mismo.
Dicho lo anterior, las reprimendas públicas que la magistrada Germán Brito emite contra sus adjuntos que confrontan con jueces es como si fueran dirigidas contra ella misma.
Y no se entiende cómo siendo ella la superior jerárquica de los adjuntos tenga que dirigirse a aquellos con exhortaciones, cuando lo pertinente sería la emisión de órdenes explícitas de suspender dichas confrontaciones.
Estamos seguros de que la magistrada Germán Brito no interviene de manera directa en ese sentido por el respeto que tiene por las opiniones ajenas, aun sea la de sus propios subordinados, lo cual le acredita como una persona tolerante.
Sin embargo, ella se arriesga a que la rispidez de sus adjuntos hacia jueces la arrastren, y al mismo la exponen a que su administración sea señalada como dada a la confrontación, cuando hasta los adversarios que pudiera tener—todos los tenemos—le reconocen la verticalidad de sus actuaciones y la tranquilidad con la que se maneja.
Y lo peor: ese exceso de respeto por las posiciones de otros son una puerta abierta por donde entran las habladurías de que en su gestión existen islas de poder tan autosuficientes como incontrolables.
Nelsonencar10@gmail.com