Por Melvin Matthews.
La perspectiva electoral del gobernante PLD cambió radicalmente a partir del desistimiento del presidente Danilo Medina de impulsar la reforma que le abriría un tercer mandato constitucional, no obstante haber confirmado que contaba con los votos imprescindibles y que la cuestión legitimidad actuó como disuasivo.
En su claudicante alocución del 22 de julio, Medina guardó silencio en relación a los efectos que hacia la imagen de su gobierno y el proyecto reformador produjeron las manifestaciones realizadas frente al Congreso Nacional por el presidente de su propio partido, el doctor Leonel Fernández, reclamándole respetar la constitución. Debemos asumir su disgusto profundo al respecto, pero Medina apenas aludió a una minoría partidaria que desató una campaña de desinformación y descredito en su contra.
Dispuesto, sin embargo, a actuar como mayoría, al día siguiente el mandatario se reunió con seis precandidatos del PLD –Reynaldo Pared Pérez, Carlos Amarante Baret, Francisco Domínguez Brito, Radhames Segura, Temistocles Montás y Andrés Navarro, en lo que sería una estrategia común para escoger mediante encuestas al rival oficial de Fernández en las primarias. Pero el ensayo duró poco, porque el Comité Central del PLD escogió, a instancias de Medina, la puja entre 11 precandidatos y la irrupción en escena del multimillonario empresario y renunciante ministro de Obras Públicas, Gonzalo Castillo, quien promovido como delfín de Medina, desafía a ese bloque unitario compuesto por dirigentes ortodoxos y noveles. Yo pregunto: ¿descartó Medina su compromiso con “el grupo de los 6” para respaldar a Castillo, un hombre de su íntima confianza, financiador de sus campañas del 2012 y 2016? ¿Cómo reaccionarán los 6?
Creo que el danilismo subsistirá si al mandatario lo rehabilitan para el 2024. Caso contrario, la dispersión subsiguiente beneficiará a Leonel Fernández, el verdugo minoritario que logró la rendición de Medina.
