LA REELECCIÓN DE LUIS ABINADER.
Por Melvin Matthews.
Escribí recientemente, grosso modo, que el presidente Luis Abinader posee sólidos argumentos de gobernabilidad, ética, eficacia y eficiencia para permanecer en el cargo otro cuatrienio, ganándose ese derecho legítimo en la primera vuelta electoral del 19 de mayo próximo. Si fuere necesario, ganaría también en segunda vuelta.
Al ahondar en las consideraciones previas, creo que el grado de gobernabilidad obtenido por Abinader es sumamente alto, pues se corresponde con la preservación del Estado de Derecho, el respeto a la Constitución y las leyes, la debida separación de los poderes públicos, la vigencia de los derechos humanos fundamentales, la libertad de expresión, en una palabra: un gobierno de iure.
El mandatario ha demostrado eficacia y eficiencia en la administración de la cosa pública. Eficaz, al orientar los esfuerzos del gobierno hacia metas con sentido y que propenden al crecimiento de la nación, caso Covid-19, los diez millones de turistas llegados en el 2023, la entrega de miles de títulos de propiedad inmobiliaria a personas de escasos recursos y un largo etcétera. Eficiente, porque se inclina por hacer correctamente las cosas, como la crisis haitiana, concentrándose en el uso adecuado de los recursos del Estado.
No obstante, creo que la ética será la fuente que materializará la reelección de Abinader, asimilada por los electores como la diferencia radical con administraciones anteriores en el manejo y distribución de los bienes públicos, porque existe una ética del Poder y una ética del ingreso, hay una ética del mando político que en la democracia significa transparencia y rendición de cuentas, determinar para quien se gobierna, o en favor de quien se hacen las propuestas económicas.
El divorcio entre la ética y la política ha provocado daños económicos y frustraciones incuantificables al erario dominicano desde 1966 hasta el 2020, cuando Abinader arribó al poder bajo la consigna de perseguir la corrupción y terminar con la impunidad. Probablemente no lo ha logrado al 100 por ciento, pero se avanza un enorme trecho.
Antiguamente la ética era llamada “la teoría de las costumbres”, debido a la etimología de la palabra. Aristóteles lo interpretó de esa manera al distinguir las virtudes éticas de las dianéticas.
Entre nosotros se abre paso la costumbre de administrar limpiamente los fondos públicos, esa es la teoría de la conducta humana vista desde la perspectiva moral, que en la actual coyuntura electoral significa impedir que los pasados accionantes de la corrupción y la impunidad retornen al Palacio Nacional.