Por Melvin Matthews
No es la primera vez que en la historia electoral dominicana un candidato en desventaja intenta descalificar al competidor mejor posicionado en las encuestas tildándole de incapaz, o que no puede expresar sus ideas claramente. Don Antonio Guzmán (1978-82) e Hipólito Mejía (2000-04) recibieron las mismas diatribas que Leonel Fernandez lanza actualmente contra Gonzalo Castillo, candidato del partido de gobierno. Sin embargo, la historia ha demostrado que el electorado hizo caso omiso a tales invectivas y, tanto Guzmán como Mejía, llegaron al solio presidencial respaldados por el voto popular.
Guzmán Fernandez, un acaudalado hacendado y empresario agrícola, fue el candidato presidencial del PRD que en la elección de 1978 venció al doctor Joaquín Balaguer, marcando el final del periodo de 12 años del caudillo neotrujillista. Pero para alcanzar aquella memorable victoria en las urnas, Guzmán, oriundo de Santiago, tuvo que vadear un proceloso mar de intrigas aireadas tanto por la maquinaria balaguerista como dentro de su propia organización política, pues se impuso trabajosamente al jurista Salvador Jorge Blanco en el primer proceso de primarias realizado en el país por el PRD, iniciativa del doctor José Francisco Peña Gómez, entonces líder y secretario general de la entidad. Jacobo Majluta completaba la trilogia de rivales que pugnaron aquella histórica convención. Majluta negoció la vicepresidencia con Guzman en detrimento de Jorge Blanco. En el background de Guzman figura haber sido propuesto como presidente provisional en las negociaciones que pusieron fin a la guerra de abril de 1965, pero declinó.
Don Antonio, así le llamaban sus amigos, distaba mucho del tribuno experimentado, ni siquiera leía bien, pues incurría en lambdasismo –pronunciaba la R por L–; sus discursos eran cortos y precisos, escritos en formatos parecidos a octavillas para facilitar la lectura; pero era un demócrata a cabalidad, un político audaz, generoso y con una determinación a toda prueba. A este hombre, Jorge Blanco, un reconocido abogado de Santiago que competía por la candidatura presidencial perredeista en 1978, calificaba de incapaz en sus presentaciones públicas; afirmaba que Don Antonio no podía expresar sus ideas claramente», un lenguaje insultante reivindicado 43 años después por Fernandez Reyna contra Castillo, su antiguo compañero en el Comité Político del PLD, y quien lleva para la vicepresidencia a Margarita Cedeño, la esposa de Fernandez. Eventualmente, Jorge Blanco seria presidente en 1982-1986, su régimen pasó penosamente marcado por la sangrienta revuelta de abril de 1984; su socio de entonces, el conocido abogado Marino Vinicio (Vincho) Castillo, un balaguerista sinuoso, levantaría la misma consigna de denuestos contra Guzman y maniobraría para arrebatarle al PRD el control legislativo en 1978. El desacertado manejo de Jorge Blanco en la elección de 1986, no apoyó al candidato de su partido Majluta, abrió las puertas para un nuevo periodo de 10 años de Balaguer, quien convertiría a Jorge Blanco en el primer ex mandatario en ser encarcelado por supuesta corrupción.
Victima de la depresión, don Antonio cometió suicidio la noche del 4 de julio de 1982, a 43 días de traspasarle el cargo a Jorge Blanco; es una fecha luctuosa en la conciencia nacional. Tales insultos provocaron entre ambos una profunda e irreconciliable enemistad, que duraría hasta la muerte.
El caso de Hipolito Mejía describe al político exitoso victima de una sistemática campaña de descalificaciones que logra alcanzar la presidencia de la nación. Ingeniero agrónomo, empresario agrícola. Mejía fue secretario de Agricultura del presidente Guzman, a quien le unía una amistad cuasi paternal. Tampoco era bueno leyendo, incurría en graves deslices discursivos, era pragmático y abominaba a los «intelectualoides», como llamaba a los estudiosos adversarios.
Entonces, ¿qué tienen en común Guzman, Mejía y Gonzalo Castillo? Que los tres han sido hombres pragmáticos, que orientaron sus inteligencias por el ámbito de la techné, que se inclinaron hacia los números y la técnica en lugar de la teoría y el discurso; los tres extraordinarios empresarios y políticos sagaces. ¿Por qué se atreve Fernandez a decir que Castillo es un hombre incapaz, que no puede expresar sus ideas claramente?
Veamos: Quizá Castillo no pueda expresar sus ideas con claridad, pero de que las ejecuta con exactitud meridiana, llevándolas puntualmente a la práctica en su vida pública y privada, no cabe la menor duda; si una vida empresarial ejercida ininterrumpidamente durante 38 años, con aerolínea privada incluida, puede levantarse sin esbozar ideas claras y profundas, concomitante a la laboriosidad extrema, entonces Fernandez está ladrándole a la luna. ¿Acaso, se puede desempeñar el Ministerio de Obras Publicas durante 7 años sin ideas claras y profundas?
Leonel Fernandez está sencillamente equivocado; su odiosa afirmación es hija de la frustración, del rencor y el desengaño que le embargan desde que perdió la convención abierta del 6 de octubre ultimo, de manos de Gonzalo Castillo, alegando un fraude sin evidencias y que apenas un puñado de sus seguidores reivindica. Gonzalo era un desconocido a nivel nacional cuando lo derrotó ajustadamente. Un delfín propuesto por el presidente Danilo Medina, que está actualmente bien posicionado en las encuestas de cara a la elección presidencial del 5 de julio.
Algo más: el desprecio de Fernandez hacia Gonzalo era una actitud común entre los peledeistas ortodoxos seguidores de Juan Bosch. Recuerdo que en el año 2000 sostuve una discusión desde la página editorial de HOY con Temistocles Montás, actual presidente del PLD, quien entonces formaba parte del equipo de campaña de Danilo Medina, candidato perdedor de Mejía. Montás sostenía que Mejía era un inepto, que carecía de condiciones para gobernar. Montás aludía a un político que fue cuatro años Ministro (Secretario) de Agricultura, un emprendedor agrícola poseedor de un magnetismo personal atractivo para el publico. Mejía gobernó cuatro años; la crisis bancaria del 2003, la modificación de la Constitución y su plan reeleccionista desacreditaron su obra de gobierno, que fue tan buena inicialmente, que permitió al PRD ganar el Congreso en el año 2002.
Bosch formó al PLD en 1973 con miembros de la intelectualidad pequeño-burguesa que le siguieron en su renuncia del PRD. La educación política marxista-leninista recibida del profesor Bosch, un teórico magistral, convertiría a ese grupo en una especie de élite intelectual capaz de despreciar, subestimar y desacreditar a cualquiera desprovisto de sus presunciones eruditas. Leonel Fernandez, quien ha gobernado el país tres veces y ve como se le escapa su cuarta oportunidad, creció políticamente bajo ese negativo influjo, mientras aúlicos y sicofantes se han encargado de continuamente inflar su ego, desde el cual mira con desprecio y envidia a Castillo, quien representa una nueva versión del peledeismo posmodernidad, porque este hombre puede ganar las elecciones del 5 de julio y ponerle fin a su carrera política, la cual subió a la cima cuando Balaguer lo favoreció en 1996.